El pasado domingo tres de Junio disputaba
el Cádiz C.F. en el estadio zamorano de "La Vaguada"
el tercer partido de la liguilla de ascenso y en el que conseguía
su primera victoria.
Durante toda la semana previa al encuentro se estuvo preparando el viaje
de toda la afición cadista a tierras castellano-manchegas. Preparación
y puesta en marcha del desplazamiento que le correspondería hacer
al propio club, pero que inexplicablemente se está delegando
esa responsabilidad al colectivo. A todo esto se unirían dos
posibles problemas: la nueva limitación de plazas en cuanto a
autobuses (desplazándonos solo seis) y la hora del partido (nueve
de la noche del domingo). Pueden quitarnos los autobuses, decirnos que
vayamos haciendo el pino, poner el partido más tarde, más
temprano, más lejos, más cerca,..., da igual, allí
estaremos siguiendo a los campeones.
Lo primero que nos sorprendió al llegar al Estadio Carranza fue
la pinta del Payán de cintura para abajo. Espectacular. También
nos llevamos una grata sorpresa cuando hizo acto de presencia una nueva
sección: "Komando San Termo" (relleno de tinto y en
clara referencia a algún komando de la provincia).
Estaba prevista la salida la salida de los buses a las doce de la noche
del mismo día tres, pero unos problemas de última hora
con nuestro autobús (como siempre) nos retrasó y emprendimos
el viaje pasadas las dos de la madrugada. Desde aquí agradecer
a la Sección Chiclana su gesto., porque si no ya llevaríamos
para una semana dentro del autobús del Perico.
La ida estuvo muy entretenida, riéndonos mucho ya que el alcohol
y los/las......, empezaron a mezclarse con la sangre cadista de la peña.
Entre paradas para mear, charlas, risas, tragos, etc., iban consumiéndose
los kilómetros.
En unas de las paradas que hicimos, un lugareño al que seguía
diligente y amarrado un caballo, al vernos, nos obsequió con
un baile estilo no sé quién, que fue correspondido con
una cerrada ovación. ¡Qué bien le sentó al
caballero beber tan temprano!.
A pocos kilómetros de nuestra meta, el conductor de un coche,
al adelantarnos, dio muestras de su hombría haciéndonos
un gesto (como que íbamos a perder) con la mano. Poco tiempo
después, y ya en las calles de Zamora y después de una
vertiginosa persecución, dio muestras de haberse cagado al acompañarnos
hasta el mismo estadio junto con la policía.
Por la mañana temprano (no me acuerdo de la hora y no tengo a
quien preguntárselo) llegamos a Zamora. Todos los buses aparcaron
en un solar "a la fresquita", protegidos de no sé quien
por la policía.
Instalamos nuestra base en un parque cercano a los autobuses. Por lo
visto esa zona es típica para hacerle la fotito a los niños
de comunión de Zamora, pero la hicimos nuestra. Desde allí
la mayoría de la peña se fue desperdigando para dar una
vuelta por la ciudad.
El calor apretaba y había que bajarlo privando. Un mesón
cercano nos abastecía de hielo gratuitamente todas las veces
que iba el Petardo. Esto lo podríamos exportar a Cádiz.
¡Hielo gratis, ya!.
Las horas pasaban y seguía el calor. No pudiendo hacer otra cosa,
el Pablo de Rota se dejó caer en una pequeña acequia que
adornaba el parquecito. Se tiró con todos sus avíos: pantalones,
camiseta, bufanda, kilos, vaso de tubo, morazo, etc. La acequia tenía
de todo: sandías, bengalas, el pestazo a pie que los Curva había
dejado antes, y al Pablo de Rota.
La peña cadista, la gran mayoría vestida de amarillo,
iba y venía al parque. Las horas pasaban y los miembros del colectivo
se entretenían tirando petardosy otros elementos valencianos
de dudosa procedencia, mientras Juan repartía las entradas para
el partido.
Éste se acercaba y un par de horas antes del choque (y después
de recibir allí a peña que se trasladó desde Madrid)
nos fuimos para el estadio. Queríamos recibir al Cádiz
C.F. como se merece y después de un rato andando, nos pegamos
de frente con La Vaguada. La llegada del equipo fue apoteósica.
Cientos de cadistas dando ánimos a todo el mundo, hasta al conductor
el autobús.
Después de esto, la última copita y para dentro. Nos querían
colocar en una especie de montículo, a lo que allí llaman
fondo. Aparte de que allí no cabíamos, las entradas no
eran tan baratas como para ver el partido como si estuvieras en el Tiro
Pichón. Se consiguió que la mayor parte de la afición
se colocara en Preferencia. Estábamos separados el terreno de
juego por una fila de policías, una valla metálica y una
especie de tendedero, como el que se usa para tender la ropa (¡?).
Las decenas de pancartas que se llevaron se colocaron en el fondo.
Cuando nuestro equipo saltó al terreno de juego: Nitrato, botes
de humo, bengalas, petardos, sí, señores, de todo. Y todo
quedó espectacular y muy, pero que muy bonito.
Comenzó el partido y el calvario para el juez de línea
de nuestra banda. Tenía a cientos de personas detrás animando
al Cádiz C.F. y unos cuantos encargándose de que no se
equivocara. No erró en ninguna ocasión, curioso.
El Cádiz C.F. metió el primer gol y el delirio, y más
bengalas. Sabíamos que ya la victoria no se nos escaparía.
Disfrutamos del resto del partido cantando, saltando, bebiendo, etc.
Nuevo gol de nuestro equipo ya al término del encuentro. Todo
el mundo tenía en mente una nueva invasión. La policía
lo intuía y también lo escuchaba. Final del partido y
todo el mundo para el campo con su correspondiente encendido de las
últimas bengalas. La policía no sabía lo que hacer
ante tanto descaro. Nosotros sí lo sabíamos: ir a por
nuestros campeones. Y lo conseguimos.
Al estar hartos ya de césped, vuelta a los autobuses y para casa,
donde llegamos pasadas las nueve de la mañana, después
de aguantar disfrutando con el típico atasco en la entrada de
Cádiz.