Segundo desplazamiento de Brigadas Amarillas en esta temporada, después de San Fernando en la primera jornada de Liga. Habría que remarcar también que tanto en Motril como en Mallorca hubo miembros de nuestro colectivo presenciando el partido, por lo que solo en Almería no hubo representación brigadista.
Este viaje estaba señalado como fijo desde que salió el calendario. Como siempre, se empezó a trabajar a principios de semana para prepararlo todo bien. Al final no se completó en su totalidad el autobús (seguro que sería por evitar problemas con los ¿peligrosos ultras del equipo local?), por lo que se tuvo que tirar del fondo colectivo para que la gente apuntada se desplazara.
Salimos alrededor de las ocho y media de la mañana del mismo domingo. Algunos venían de salir tranquilitos, otros se cuidaron, pero otros llegaron al autobús en estado lamentable, al no querer perderse la buena noche gaditana del sábado. Como siempre al volante nuestro conductor perenne Perico.
El viaje de ida fue tranquilo, mientras el Lete quiso. En unas de las paradas habituales para mear el Payán bajó, con la mala suerte que el Lete iba detrás. Cara de asombro del miembro frentista ante el miembro de nuestro bombista. ¡Ya teníamos el desplazamiento hecho!. Ya empezó el cachondeo. Empezaron a salir las botellitas alcohólicas y permanecieron los cigarritos gaditanos. Risas, vasos, cánticos, coplas de carnaval, hielo, empujones, el chiste de la pelotita del Boca, las canciones dedicadas a Ben Landen, etc, eran cosas habituales, ante el asombro de las amigas de la Sección Rota.
En el camino adelantamos a un autobús de aficionados del Huelva. Todos sentaditos, saludándonos, charlando amigablemente y en voz baja, puesto que algunos de sus compañeros de viaje estaban dando una plácida cabezadita antes de llegar a Almendralejo. ¡Igual que nuestro autobús por los cojones!.
Llegamos a Mérida, creo que cerca de la una. Nos dejó el Perico al lado del Teatro Romano de la ciudad extremeña. Caras de asombro de la gente que se disponía a acceder el recinto, al bajar de un autobús 45 tíos y varias pivas de amarillo. Reseñar que no hubo ni un solo intento de tirar para adentro como sería el deseo de nuestros antiguos profesores de Historia. Buscamos un sitio donde comprar bastante líquido y poca comida. Cuando todo el mundo estaba servido, andamos hasta encontrar una plazita donde sentarnos tranquilos a esperar la hora del partido. Se hicieron algunas pintadas reivindicativas y otras se borraron, ya que no quedaban bien. Se nos acercó un chaval con la camiseta del Cádiz C.F. que veraneaba en nuestra ciudad, pero que era de Mérida. Nos estuvo contando que había una especie de psicosis (no iba por nuestra sección de Brigadas Amarillas) en el ¿temible grupo ultra del Mérida?. Nos comentó que no iban a poner pancartas por temor a que se las quitáramos.
Aparecieron los miembros de la Sección Chiclana que fueron hasta allí en coche. Saludos y otra copita. La peña iba por allí como Pedro por su casa, sin pensar en que se podrían encontrar con miembros del ¿radical grupo ultra del Mérida?. Cuando aproximadamente faltaba una hora para el comienzo del partido tiramos para el estadio. En el paseo por el pueblo, pasamos por el supuesto bar que tienen allí los ¿poderosos ultras del equipo local?. Menos mal que estaba cerrado, porque si no, no vemos el partido. Todos al hospital. Al seguir nuestro camino, vimos como a unos 300 metros, casi imperceptible para el ojo humano, dos chavales nos enseñaban una bandera sudista y salían a toda leche en una moto. Seguro que eran miembros de los ¿míticos ultras del Mérida?.
Al llegar al estadio, otras cuantas pintadas borradas y a pillar las entradas. Ya a esa hora empezaron a aparecer policías. Seguro que era para protegernos. Menos mal, ya estábamos seguros. Solo un problema con las entradas, porque sobraba una. Después de unas cuantas investigaciones, ya sabíamos de quién era. ¿De quién iba a ser?. Del Boca.
Cuando nos metimos para dentro, después del cacheo policial, nuevos problemas. Queríamos refrescarnos la garganta para animar a nuestro equipo y ayudar en la victoria desde la grada, pero no había bar para nosotros. Se reconsideró la situación y nos pusieron a un tío con un cubo al lado nuestro. Tuvo que ir a rellenar el cubo unas cuantas veces. Después, pensándolo más detenidamente, llegué a la conclusión de que era para echar para bajo todos esos malos momentos anteriormente descritos con los ¿legendarios ultras? del Mérida. Empezamos a colocar las banderas en la valla, en un lugar acotado para nosotros nada más, en un lateral del fondo contrario a los ¿valerosos ultras? contrarios. Nuestras pancartas no cabían en la valla, por lo que tuvieron que dejarnos acceder al otro lado para poder colocar algunas más. Enfrente nuestra, pero detrás de la portería, un grupúsculo de poco más de diez personas, que suponíamos que eran los ¿famosos ultras del Mérida?, más que nada por las dos banderas de Expaña que llevaban y porque se escondían en el vomitorio por el que accedieron al campo.
Realizamos un tifo a base de rollos de papel y comenzó el partido. A las primeras de cambio, gol de Chico y pocos minutos golazo de Espejo. Buena reacción. La animación en el partido estuvo realmente bien. Pocos cánticos repetidos, contundentes y durante todo el partido, no dejándonos llevar por el juego del equipo. Los ¿reputados miembros del grupo ultra del Mérida? ni se oían, solo el típico viejo del bombo que hay en todos los estadios daba un poco por culo. En todo esto la policía hacía su labor: no dejando a la peña tranquila (sobre todo a los miembros más veteranos), mirando amenazantemente, etc.
El partido terminó y empezamos a recoger las banderas tranquilamente. Los miembros de la seguridad estatal querían quitarnos pronto de en medio, para evitar altercados con los ¿bravos radicales?. Nos sacaron por otra puerta distinta a la de entrada. Ya se produjeron los primeros empujones y rifirafes. No sabíamos por qué tanta prisa si es que no había nadie por las calles del pueblo. Solo se escuchaban gritos fantasmales insultándonos, pero no se veía a nadie. Exactamente lo mismo que nos había pasado durante todo el día. No veíamos a ningún ¿valiente ultra emeritense?.
Llegamos al autobús sin problemas. Nos montamos con trabajito en el autobús, ya que, había peña que quería ver a esa ¿aterradora gente?. Ya en el camino de vuelta, los dos ¿salvajes ultras? de antes de la bandera sudista, y en la misma moto, nos pegaron una pedrada (cual pive de quince años) en una de las ventanas laterales de nuestro autobús, estallándola. Gritos para que Perico parara el autobús, pero en plena carretera nacional no podía. Cuando por fin lo hizo, la policía no dejaba salir a la gente e incluso se quería llevar detenido a nuestro chófer. Los policías emeritenses perdieron los papeles rápidamente, porque no sabía cómo pararnos. La peña cadista ya estaba enfurecida. Llegó a tal nuestro estado de rabia que incluso se rompió otra ventana, esta vez la frontal, por el golpeo de uno de los nuestros. Tras mucho esfuerzo se consiguió que la peña se tranquilizara. Entonces pensamos en la Sección Chiclana y en los dos miembros del Norte Trompetero que fueron hasta allí en coche. Los ¿acreditados y peligrosos ultras el Mérida? no aparecieron más.
Ya en viaje caras largas y cabreos latentes. Cuando no llevábamos ni una hora de viaje de vuelta, paramos en una venta para que la gente se relajara un poco. Cuando entramos en la venta, estaba llena de gente del Huelva. Ellos miraban para atrás sorprendidos. Cuando la mayoría de la gente estaba fuera comentando lo ocurrido y refrescándose, llegó otro autobús. Cuando se abrieron las puertas, bajaron tres o cuatros los primeros, y uno de ellos con una bandera del pollo (¿Frente Onuba?). Este carajote se llevó un par de buenas hostias, reglamentarias en todo caso, por parte de un "miembro" de nuestro colectivo. Después de esta primera algarada, volaron sillas, botellas y mesas hacia el interior del establecimiento, donde estaban los demás fachitas, golpeándoles en plena jeta. Incluso la típica estantería de grandes éxitos de un joven Fary fue al suelo. Los camareros se esforzaban en calmar la cosa e incluso decían que no servían más. Total, el facha ya estaba servido. La cosa dentro no pasó a mayores. Mientras todo pasaba otro de los nuestros perseguía piedra en mano a otro de los Onuba por todo el aparcamiento. Después estuvimos hablando tranquilamente con la gente normal del Huelva. Nos dijeron que ya era hora que alguien les hiciera ver a esta gente lo que pasa en Andalucía y que estaban con nosotros. El que recibió las piñas no tuvo el consuelo ni siquiera de los suyos.
Ya en el autobús, con las caras un poco más alegres, llegamos a Cádiz, después de dejar a las amigas de la Sección Rota en Sevilla.