Después de no pocos problemas y alguna que otra discusión en la reunión del jueves, Brigadas Amarilla se dispuso el sábado, a eso de las ocho y media de la tarde, a viajar hasta Granada en un nuevo desplazamiento del colectivo. No se llegó a llenar el autobús, por lo que algunos fueron y vinieron bastante cómodos en sus dobles asientos.
Hubo algún que otro malentendido porque la mayoría creíamos que iríamos la ciudad de La Alambra, pero otro individuo (concretamente el Gori) quería ir al Aquasherry. Después de hablar con él y explicarle que se había montado para ir a ver el Cádiz C.F., con una noche de marcha de por medio, lo entendió y lo aceptó encantado. Pero no quería quedarse con las ganas de las atracciones acuáticas, y en la primera parada se deslizó por la escalera del autobús, como si estuviera en las pistas blandas portuenses.
La peña iba realmente tranquila (cosa rara), debido a que quedaba una noche que prometía. Esta tranquilidad solo la rompía la Sección Velázquez, que se bautizó en un desplazamiento poniéndose hasta las cejas en las primeras de cambio.
La parada larga del camino la hicimos en Aguadulce, en un bar donde la gente se surtió de vasos de cristal para los posteriores pelotazos nocturnos. Cuando nos disponíamos a proseguir en camino, nos dimos cuenta de que faltaba el chofer, y aunque alguno estaba dispuesto a conducir, teníamos que esperarlo. Estaba comiendo. La verdad es que yo siempre que lo veía estaba comiendo. La sección antes mencionada requirió su presencia en el balcón, y después de un tiempo mirándonos, nos dirigió unas palabritas: "Caitanos, vamos a arrasá Graná". Explosión de júbilo y descojonamiento general.
Ya en el autobús el nerviosismo por empezar la noche granadina se dejaba notar en el ambiente, y escuchando un poco de música llegamos a nuestro destino. No sé si lo hizo a propósito o es que se perdió, pero lo cierto es que estuvimos un buen rato dando vueltas a la ciudad sin introducirnos en ella. Por fin, nuestro chofer se decidió a entrar y nos dejó a todos en la estación de Renfe. A partir de aquí cada grupo se buscó la vida. Unos fueron directamente a la zona de marcha, otros a una pensión (¿?) y otros a buscar a colegas que estudian allí. La gente cadista desplazada se metió de lleno en la movida granadina desde el primer momento, o mejor dicho, hicieron su pequeño Cádiz allí.
Después de que pasara un rato, la peña se fue reuniendo en una calle ensanchada (casi plaza), que estaba en obras y que era sitio de paso de toda la juventud noctámbula granadina. Una cosa que observamos a lo primero que estar allí, porque después cualquiera veía, fue que los/as lugareños/as se ponía ciegos..., pero de comer. Todo el mundo que pasaba por donde estábamos nosotros jamaba: patatas, bocadillos, sandwiches, etc., pero nada de nada para echarlo para abajo. Eso lo teníamos nosotros todo.
Mucha gente se paraba con nosotros para saludarnos. Mucha gente de Cádiz, pero más de la provincia. Peña que nos preguntaba dónde íbamos a ponernos, porque iban a ver el partido y querían verlo con nosotros. La gente del autobús, amable como siempre, respondía con diligencia.
Otra de las cosas que nos sorprendió fue que los/as granadinos/as esa noche solo escuchaban dos canciones que sonaron con fuerza y con bastante cachondeo: "Pastel de coco" y "Por donde vayan, por donde vayan" (superventas allí).
Los Brigadas Amarillas de la plaza se fueron animando de forma rápida y empezaron a entonar cánticos y gritos dedicados a su equipo, ante la sorpresa y admiración de los comilones paseantes y el mosqueo de los vecinos, que incluso tiraban agua desde sus balcones ¡cómo si hiciera calor!.
La noche del sábado iba avanzando y la calle ya se parecía cada vez más a nuestro querido Cádiz. Ríos de meada, bolsas de basura, botellas vacías tiradas, llenas de pie, y alguna que otra pintada reivindicativa que se hizo para mejorar un poco el aspecto de las paredes.
Pensábamos que la policía no tardaría en llegar, pero nosotros seguimos a lo nuestro. En breves instantes una patrulla hizo acto de presencia. Nos observaban desde la distancia sin atreverse a intervenir.
A los pocos minutos más refuerzos. El típico policía vacilón, acabado de llegar, quiso poner un poco de orden, pero desistió por el consejo de sus compañeros, que le dijeron algo así: "A dónde vas tú, carajote".
Cuando se termino casi todo, ya estaban todos los locales de por allí cerrados. Nuestro gran guía (gran porque es un tanque), nos dijo algunos sitios donde podíamos ir. Y no pudo terminar de decir los nombre de los locales, cuando ya había gente andando.
Por el camino nos encontrábamos con bastante gente de vuelta que se sorprendía de vernos, tanto por el ambiente amarillo, como por el escándalo, y sobre todo, por el colocón de algunos de nosotros.
Estuvimos un buen rato andando, por lo que tuvimos que pararnos varias veces para recobrar energías. Unos se entretenían con lo suyo y otros se pusieron a lavar sillas y mesas de un restaurante granadino. Las lavaban, tirándolas al río. Tenemos que disculpar a estos chavales porque estaban realmente sucias y así no podría estar al servicio al público, que siempre lleva la razón.
Llegamos a estos locales que, por cierto, a la hora que era estaban empetados, y allí estuvimos hasta que se nos echó encima la hora del partido del Virgili-Granada. El partido fue muy bueno para el equipo gaditano (si, porque lo tiene todo menos el dinero), aunque Juan se entretuvo brevemente charlando con un periodista radiofónico de Cádiz y no vió nada de nada. Los jugadores gaditanos que juegan allí disfrutaron como nunca al vernos presentes en su partido, y nos lo agradecieron enseñándonos camisetas con leyendas gaditas cuando marcaban y celebraban los mucho goles que marcaron (hasta Chico marcó) con nosotros. Después los jugadores (Bareta, Chico, Ramírez y Oscar) también se dejaron ver por el partido del Cádiz C.F..
Después de esta exhibición, nos dirigimos a la Peña Los Cármenes del Granada C.F. donde nos querían invitar a comer. Estos peñistas se portaron de categoría (no como otros vacilones y a la vez cagones futboleros). Desde aquí agradecerles todo lo que nos pusieron de comer, porque algunos cadistas estaban realmente mal.
Se acercaba la hora del partido, y tras comprar las entradas y ver el sorprendente despliegue policial existente, nos metimos en el estadio (como siempre nuevo y en perfectas condiciones). Nos juntamos unos 200, puesto que allí se nos unió la Sección Chiclana y la Curva Sur, que habían ido en coches particulares, y los estudiantes gaditanos que allí estaban.
Nos llevamos una grata sorpresa cuando pareció Esther Arroyo (amiga de la Sección Velázquez) haciendo gala de su buen cadismo. Aplauso generalizado para la guapa gaditana.
El partido del Cádiz C.F. fue muy bueno, no así a animación y el resultado. Primera derrota amarilla que no mereció en ningún momento. Faltó lo de siempre en esta temporada, un tío que empuje la puta pelota.
Ya en el viaje de vuelta, todos caímos rendidos en el autobús, entre el cansancio y la desilusión. Todo el mundo dormía y la tranquilidad era la nota predominante. Paramos en un bar para comer y refrescarnos un poco, donde el Mingo invitó a los postres, pero no se acordó de que a algunos nos gustaban las sultanitas de coco, otra vez será.
El camino se nos hizo corto hasta llegar a nuestra ciudad alrededor de la una de la mañana. Aquí entró otra vez en acción el conductor: "Caitanos, vamos a arrasá Cadi", lo que despertó a la gente, que se fue para su casa sin despedirse. Bueno, para casa algunos.

P.D.: En relación con el desplazamiento a Algeciras, debo hacer un par de rectificaciones: primero, el Walker no se negó a ver la película porno que previamente había comprado en una venta, y segundo, dar la bienvenida a la Sección Bota que se hizo notar, y mucho, en dicho desplazamiento al Campo de Gibraltar, con un pequeño rifi-rafe con un policía que qué hacía con la bota dentro del campo de fútbol, a lo que respondió que estaba llena de agua. Risas hasta de la pareja de policías.