Después de no poder disfrutar este año viajando con nuestro primer equipo en una liguilla de ascenso, no le podíamos fallar a nuestro filial en la suya, así que nos fijamos acompañarle en uno de los tres desplazamientos que tenían. El último de ellos, con serias posibilidades de ascenso, ya que dependían de ellos mismos, era a la localidad de Bollullos Par del Condado (Huelva). A principios de semana ya estaba contratado el bus, aunque algunos problemillas de última hora debido a la actitud del dueño, hizo peligrar nuestro viaje. Al final lo pudimos arreglar. El Cádiz C.F. dispuso para el partido dos autobuses para todo aquel cadista que quisiera ver el partido del filial, y con el de nosotros, ya eran 3 los que irían a apoyar al B a Bollullos. Salimos dos horas antes que el resto de la expedición amarilla, (no sin antes apuntar a los últimos a mismísimo pie de autobús y de recoger distintos elementos de animación), para ir más tranquilos, previniendo diversos retrasos en todos conocidos en nuestros viajes y para darle un poco de ambiente a la localidad onubense. El viaje de ida, lo típico y normal en el colectivo. La gente de pie, privando, fumando, riéndose, empujándose, cantando, etc. Hicimos varias paradas en el camino (ninguna en ventas) para repostar víveres líquidos y evacuar líquido también. Llegamos a Bollullos y los típicos vacilones en motos y coches empiezan a calentar el ambiente. A estos ya estamos acostumbrados porque los hay en todos los lados, aunque más de uno se arrepintió de sus gestos. Fuimos a buscar a la Sección Rota que fue por su cuenta en coche, y nos pusimos con ellos a privar y a dejar pasar el tiempo hasta el partido. Reseñar que en el camino nos topamos con las peñas del Betis y del Sevilla…. Mientras estábamos allí pasaron los demás autobuses de seguidores cajistas y, en coche, el presidente del Cádiz y varios de sus consejeros, que nos invitaron a unas copitas, ante la insistencia de los miembros del colectivo. Cuando faltaba media para el comienzo del partido decidimos tirar para el campo bajo un sol de justicia. El camino hacia el Estadio Municipal "Las Viñas" fue bastante tranquilo, aunque cuando llegábamos a sus aledaños y hasta que no empezó el encuentro, se produjeron algunos incidentes. Primero, aparecieron dos coches a toda velocidad de gente de Frente Onuba. Suponemos que serían de este grupo, puesto que nadie más volvió a verlos, aparte de sus banderas de Expaña. Después hubo incidentes con gente que llevaban camisetas de la selección española de fútbol y del Sevilla, aunque éstos últimos corrieron, como siempre, a refugiarse dentro del campo. Precisamente cuando el grueso del grupo se disponía a entrar, se observó que la gente del pueblo entraba simplemente con enseñar el carnet de socio del Sevilla y sin pagar la correspondiente entrada. Esto ya nos encrespó aún más, y sin pensarlo dos veces entramos en el campo avasallando a los porteros y ante la bronca de la gente que ya había dentro. Era lo justo. Si entran los socios del Sevilla, los del Cádiz también. Ya dentro, empezaron los problemas con los pikoletos, que cada vez eran más y…. ¡los que faltaban por llegar!. Nos pusimos en la "preferencia", ocupando más de la mitad, y en un fondo, aunque la gente estaba por todos lados. El partido fue un auténtico baño de nuestro filial, ante un equipo que solo demostró oficio, malos modos y formas de acojonar al árbitro, y un auténtico coñazo por parte de los pikoletos y de los guardas jurados allí presentes. El partido finalizó y nos quedamos sin ascenso por un gol, igual que el año pasado con el primer equipo. Saltamos al campo a consolar a nuestros jóvenes jugadores que estaban destrozados por el esfuerzo y desolados por la situación, al igual que nosotros. Al rato empezamos a cantar, ante el asombro y admiración de los bollulleros. Decidimos, con la opinión contraria de los pikoletos, esperar a los jugadores para darle el último aliento y el último aplauso, junto con la demás peña de los autobuses y los coches particulares que fueron. Allí seguimos cantando, dándole a nuestro filial el último homenaje, antes de volvernos para Cádiz. El viaje de vuelta fue bastante tranquilo y triste, aunque el Ketama se empeñó en hacernos más llevadero la vuelta con sus ocurrencias a los de la parte de atrás, ya que delante la mayoría de los que había ya estaban con varias moscas en la boca. En una de las paradas que hicimos en una estación de servicio para comprar birra y estirar las piernas, estuvimos peloteando con el balón del partido, con tan mala suerte que fue a embarcarse, después de un sutil toque, en el techo de la gasolinera. Teníamos claro que no nos íbamos a quedar sin balón, así que dos del colectivo se subieron al techo para coger el balón, a oscuras y a 15 metros de altura. Cuando se recuperó, aplauso general y rumbo pa Cádiz, llegando a la Tacita alrededor de la una y media de la mañana, orgullosos de ser cadistas.