Nuevo desplazamiento del Colectivo Cadista Brigadas Amarillas, y van..., y quedan... Esta vez era un viaje corto, dentro de nuestra provincia (al igual que el anterior cuya crónica también contiene el presente Boletín) y en el que conseguimos llenar dos autobuses.
La salida prevista para las doce del mediodía, como siempre se alargó más de lo normal, debido a algunos problemillas con los ocupantes de cada autobús. Se decidió meter a los miembros más antiguos junto con las secciones más numerosas en uno (el malo) y a la gente suelta y más joven en otro (el bueno). Al final la cosa salió perfecta, ya que los asientos de la peña que se habían apuntado con anterioridad y no pudieron venir, se ocuparon con los que estaban allí a la expectativa.
Estaban representadas un mogollón de secciones oficiales del grupo, por no decir casi todas. A éstas, y desde aquí quiero hacer una mención especial hacia ellas, se les unieron los miembros de Chiclana, Puerto Real y La Isla.
Cerca de la una arrancamos con un cargamento de buenas provisiones líquidas, a lo que habría que añadir otras cosillas que cada cual especificará en su momento.
Durante el viaje la peña se quedó sorda (Juan no paraba de decir que nos sentáramos, que nos sentáramos, ¡chatos, sentarse!), y entonces apareció (ya nos habían advertido) el genial Pepe Monje que comenzó a contar chistes (el de las "4 monjas", impresionante) que convirtió el autobús en una gran carajada sobre ruedas.
El autobús "malo" estaba calentito y ya se empezaron a entonar los primeros cánticos que ya no se volverían a dejar hasta la llegada a Cádiz.
Otro que se entretuvo durante el viaje de ida fue el Ketama con su porra. Los resultados, mejor ni hablar, puesto que algunos tiraron los 20 duros, apuntando goleadas estrambóticas. ¡Atención!, uno de los ganadores de la porra fue el Boca, así que imaginarse los resultados apuntados.
Después de dos o tres paradas (una en el mirador del Estrecho, donde nos encontramos con los Curva Sur) llegamos a La Línea.
Al bajarnos del autobús, primera impresionante lección de cadismo con la multitud de camisetas amarillas presentes que daban un ambiente espectacular, al que nos unimos nosotros con las nuestras.
Si la gente de Cádiz estaba sorprendida, imagínense los linenses.
No habían visto en su vida tal avalancha de personas en su localidad a favor de un equipo contrario. Uno de los compañeros de La Línea, que nos hizo de guía hacia un bar cercano, no paraba de frotarse los ojos, incrédulo ante lo que estaba viendo.
Ya dentro llenamos toda la valla de Preferencia de pancartas y empezamos a cantar por derecho.
En el descanso, la gran mayoría de la gente se agolpó en las barras, tanto interiores como exteriores, que tenía el estadio. Se acabaron las existencias líquidas en la zona en la que estábamos. Esto no tiene importancia, y dentro de lo que cabe es normal por el calor que hacía, pero lo escribo para que aprenda el pijo y repelente dueño del Xerez Deportivo.
Los goles fueron cayendo y ya no habría nadie quien nos parara. Los cánticos sonaban contundentes.
Al finalizar el partido, después de ovacionarnos mutuamente jugadores y afición, nos fuimos yendo para afuera del campo poco a poco, para darle tiempo a los jugadores a refrescarse y al míster a dar la rueda de prensa. Esperamos los jugadores largo tiempo. Tiempo que emplearon, primero, Juan para darnos la vara con que no sé quién tenía que estar pronto en Cádiz, para no sé qué o no sé cuánto, y segundo, Pepe Monje, para deleitarnos a nosotros nuevamente y a los policías, por vez primera, con sus chistes, en esos momentos ya ayudado por el megáfono. Al mismo tiempo comenzó a corretear por allí, rodeándonos, un seguidor linense, ante nuestra incredulidad.
Los jugadores fueron saliendo como pudieron entre la multitud cadista, que al mismo tiempo que les felicitaba, les despeinaba.
Ya en la vuelta, solo hicimos, creo, una parada en un lugar inhóspito donde los halla. Tan extraño era el sitio y el bar donde estuvimos que había magdalenas y tortas de aceite voladoras, a las que habría que añadir la extrema dureza de los polvorones del lugar.
Llegamos a nuestra preciosa ciudad sobre las diez de la noche, contentísimos y todavía un poco trastornados por lo visto.

P.D.: Desde aquí un recuerdo para los cadistas que hay por ahí buscándose la vida y que, por lo tanto, no pueden disfrutar de todo esto con nosotros. Pero la liguilla está ahí mismo.